Las anunciaciones de El Greco, Rubens, Núñez del Valle, Pereda, Zurbarán y Murillo, entre muchos otros más, presentan diferencias notables en los estilos; que si renacentista, que si barroco, que si manierista. Sin embargo, tienen un factor común: si bien experimentan con el uso de los recursos, llevando la pintura a otros niveles, la temática que utilizan continúa remitiendo a una profunda experiencia religiosa. Para Bill Viola, eso ha cambiado.
Viola rescata estas temáticas a partir de contactos que tuvo con distintas obras de la época, a través de la “presencia de los maestros” que “hablan por medio de las pinturas”. No obstante, lo religioso no le interesa, sino es más bien el aspecto emocional, los estados profundos de emoción. De esta manera, “seculariza” la obra y extrae de ésta una lectura acorde con la época, con un lenguaje que tiene sentido a nuestros tiempos. Tal vez si hablara del místico poder de Dios y cómo el mensaje del alumbramiento del Salvador es enviado a través del arcángel Gabriel a María, menuda sería su aportación para sus coetáneos (tanto porque no les es tan significativa como porque ya se ha dicho y pintado miles de veces). Pero Viola nos habla del ángel como una “voz interna”, de la Anunciación como una conversación íntima, secreta, entre alguien que lleva una noticia y otro que la espera y la conoce con anticipación; es un deshacerse de los nombres y los papeles para conservar la emoción que se despierta en y ante la pintura. Esto suena más siglo XXI.
A pesar de lo anterior, hay que tener cuidado. No es que esta interpretación este peleada con toda la tradición pictórica de los grandes maestros. Más bien, Viola rescata un mensaje y lo recontextualiza haciendo uso de recursos contemporáneos como el video, y lo ofrece al espectador actual, para que éste lo vea con los lentes de lo sagrado o con los de lo profano. Usted elija.
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