Ver las cosas fuera de su contexto causa siempre un sentimiento de extrañeza, y no solo las cosas materiales, es algo que sucede también a la hora de hablar. Pues algo así sucede con Hirst y su obra la imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo. La del tiburón. Se trata de una fórmula bastante simple, recuerdo que lo hacían en mi secundaria en el laboratorio de biología, un frasco de formol y el feto de un animalillo. Y entonces ¿por qué esto no está en un museo de biología? O mejor aun ¿Por qué se vende como arte?
Desde hace algunas décadas sufrimos, o más bien vivimos un desbarajuste de ideas sobre lo que se considera arte. Por allá en los principios del siglo XX, Duchamp, triunfante con sus readymades, se encargó de destruir el frágil concepto de arte tomando artículos de la vida cotidiana y presentándolos de tal modo que perdían su significado utilitario creando así una segunda revisión del objeto, un nuevo pensamiento.
El mismo Hirst denominó obra de arte no a la pieza en sí, si no al acto de venderla por 10 millones de dólares. Si bien el arte ha sido un eterno engañar desde su comienzo, este en particular me hace sentir como si se estuvieran burlando directamente en mi cara.
-Luisa Mariscal Mtz
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