Cabe mencionar que la obra en su totalidad es ¡ impactante !, pues tan sólo ver a un depredador dentro de un contenedor bañado en formol causa una sensación, al principio de superioridad, el tiburón como presa atrapada, sin poder hacer ningún movimiento, pero ¿ qué pasaría si estuviéramos frente a él en su hábitat?, considero que la sensación de asombro, cambiaría a miedo, horror y timidez, esto sucede cuando se modifica cualquier cosa de su contexto original, por ejemplo el mingitorio de Duchamp, al ver tal objeto en un baño público ni siquiera te acercas cómodamente, pero la situación cambia al verlo expuesto en una sala de museo, podría asegurar que surge el deseo de tocar la pieza sin que el guardia de seguridad lo perciba, esto pasa porque le damos otro significado a las cosas cuando no las vemos en su ambiente natural y te cuestionas ¿Cuál fue el motivo del artista al hacer esta obra? ¿Se podría llamar arte a tal pieza? Y lo más importante: ¿Cuánto le pagaron al artista por hacer esto? Y ¿Quién está dispuesto a comprar esta obra de arte? Y la respuesta sólo a las dos últimas preguntas es: 10 millones de dólares! Y un coleccionista o aficionado a la compra de arte.
Desde mi perspectiva, el tiburón como pieza de arte simboliza el acto, el acto de la compra, la pieza en sí es lo de menos, lo que verdaderamente importa e impacta son las relaciones sociales por las que tuvo que pasar para ser valorada en tan exorbitante cantidad de dinero. La relaciono con lo contemporáneo como estilo porque al poner piezas de este tipo, como por ejemplo la caja de zapatos de Gabriel Orozco o el esqueleto de ballena están marcando: el estilo de los artistas contemporáneos.
Beatriz Rivas Palacios.
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