En base a la obra Hotel Kyoto, cuarto 211 (2010) del fotógrafo Erwin Olaf, tiene lugar la siguiente reflexión:
La obra impacta. La primera reacción que genera es de incertidumbre, de desconcierto: ¿qué pasó en el Hotel Kyoto con la mujer que yace en la cama? Es una duda que remite a lo sexual dada la posición, la mujer y el escenario de la fotografía. Todo se conjunta en este espacio perfectamente montado; una escena preparada cuidando el más mínimo detalle en una composición que se aleja de cualquier “momento decisivo”. Es más, me atrevería a decir que el “momento decisivo” de dicha fotografía (jugando un poco con la idea de Cartier-Bresson) ya pasó, y es precisamente lo que tiene a la mujer postrada en la cama.
Sorprende la rigidez de la mujer, acentuada por el manejo de la luz, la posición y el semblante en el rostro. No sabemos si está viva o muerta, pero sabemos con certeza que está fría, ajena al mundo, como si lo que pasó o dejó de pasar en el hotel la hubiera arrancado de la realidad. El escenario, de lo más común y barato que pudiera imaginarse, se contrapone a la particularidad de la situación: es insertar un momento que nos parece tan único a primera vista -una mujer en un estado tan impactante-, en un lugar tan burdo, vulgar y cotidiano (en ese sentido, el lugar recuerda un sinnúmero de películas de terror contemporáneas, haciendo referencia a asesinatos, violaciones y demás crímenes). Por lo que podemos observar, es un cuarto de motel como cualquier otro que podemos encontrar, pero en donde difícilmente encontraremos una mujer tan bella por azares de la casualidad. ¿Hablamos de una prostituta, de una violación, de una amante, o de qué?
Situaciones tan contemporáneas, en un contexto tan cotidiano, terminan por dejar un vacío, por volver a la mujer fría. Aunque su mirada está cargada con una gran fuerza, transmitiendo mucho de ese “¿qué pasó en el Hotel Kyoto?”, la mujer cubre el sexo de un cuerpo inmóvil; pareciera que lo único que se mueve es su mente, sin siquiera saber a ciencia cierta qué pasó en ese hotel. Y sea lo que sea que haya pasado (aunque ya tenemos una idea), cabe preguntarnos: ¿cuántos hoteles Kyoto no hay hoy en día como metáfora de ese desconsuelo?
Imagen tomada de: http://www.ba-reps.com/blog/wp-content/uploads/2010/01/ErwinOlaf_Hotel_Kyoto1.jpgEmmanuel Godínez Burgos
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