A Soriano se le apodaba "enfant terrible" (niño terrible), expresión cuyo origen francés refiere al niño que hace preguntas constantes e incisivas a los adultos, y que en su uso más amplio denota un espíritu innovador y vanguardista, alejado de la ortodoxia.
A lo largo de su vida y sus viajes, este "enfant terrible" entabló una especial amistad con Octavio Paz. El poeta y ensayista mexicano se encontró con él en tierra propia en 1938, y luego en Nueva York, en la segunda mitad de los 40. Colaboraron en proyectos teatrales, donde Paz participaba en la parte literaria y Soriano en la escenografía y diseño de vestuarios. Soriano ilustró además un par de portadas de libros de Octavio Paz.
A través de la trayectoria de Soriano, Paz le dedicó varios ensayos al tapatío: "Rostros de Juan Soriano" en 1941, con motivo de su exposición individual en la Galería de Arte de la UNAM; un segundo ensayo en 1954; y "La exposición de Soriano" en 1961. En el primero de ellos, el escritor lo describe así:
"Cuerpo ligero, de huesos frágiles como los de los esqueletos de juguetería, levemente encorvados no se sabe si por los presentimientos o las experiencias; manos largas y huesudas, sin elocuencia, de títere; hombros angostos que aún recuerdan las alas de petate del ángel o las membranas del murciélago; delgado pescuezo volátil, resguardado por el cuello almidonado y estirado de la camisa; y el rostro: pájaro, potro huérfano, extraviado. Viste de mayor, niño vestido de hombre. O pájaro disfrazado de humano. O potro que fuera pájaro y niño y viejo al mismo tiempo. O, al fin, simplemente, niño permanente, sin años, amargo, cínico, ingenuo, malicioso, endurecido, desamparado".
Para Octavio Paz, este pájaro disfrazado de hombre que era Soriano, fusionaba tradición, fantasía poética e imaginación visual: la primera, como una herencia reconquistada; la segunda, como soplo de vida para lo que contemplamos e imaginamos; la tercera, como formas fantasmales encarnadas por la fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario