El performance o arte-acción es una forma artística concebida como tal hacia la segunda mitad del s. XX. A menudo se identifica con lo efímero porque sólo deja consecuencias o un registro tras de sí, pero no permanece como objeto por sí mismo. El artista con su cuerpo, el espacio, el tiempo y el espectador son la esencia del performance. La idea de este arte “en vivo” va mucho más vinculada al sujeto que a un objeto: como el artista está presente y ejecuta el performance con su propio cuerpo, se convierte a sí mismo en obra también.
Sin duda, a menudo esta forma artística ha ido históricamente de la mano con múltiples formas de subversión y/o crítica social, y uno de sus temas recurrentes es la cuestión de género. Muchas artistas mujeres han incurrido en el performance para denunciar situaciones frecuentemente relacionadas con el cuerpo femenino, la violencia y la represión. El juego aquí se basa en una dialéctica corporal, que vacila entre el cuerpo de las artistas y el cuerpo de todas las demás mujeres que están involucradas en el asunto que el performance busca evidenciar.
Una artista mexicana que por más de quince años ha utilizado su cuerpo para realizar este tipo de arte activo es Lorena Wolffer. Como ella misma lo sostiene, su performance se centra “en la exploración de las muy diversas y complejas formas en las que la sociedad construye nuestras nociones de mujer, cuerpo femenino y feminidad”; su performance y su cuerpo son una especie de canal artístico de expresión –pudiésemos decir– “más-que-artística”, pues comprende intervenciones sociales que van más allá de cuestiones estéticas y que, además, no tienen el mismo sentido dentro de los espacios tradicionalmente artísticos, como serían los museos.
Además de sus intervenciones en espacios públicos (como su conocida contra-campaña titulada “Soy totalmente de hierro”, que a través de imágenes critica la publicidad de la tienda departamental que de manera obvia se alude), destacan sin duda sus performance. Uno de los que me parece más relevante es “Mientras dormíamos (el caso Juárez)”, que trata de las mujeres asesinadas en esta ciudad chihuahuense y que es presentado como una crítica a la impunidad en dicho lugar respecto a la violencia hacia la mujer. Wolffer utilizó como referencia cincuenta documentos policíacos para recrear en su propio cuerpo semidesnudo las diversas marcas de las agresiones que presentaban estas cincuenta mujeres, representando así esta violencia que ya se considera “oficial” y cuya recurrencia le ha otorgado incluso un nombre que se inscribe en la historia y que va incrementando sus cifras a través de ella.
Lorena Wolffer es un ejemplo claro de cómo el cuerpo se vuelve instrumento, igual como lo harían el pincel y el óleo en la pintura, para plasmar o reproducir situaciones y discusiones que cobran un sentido metafórico a través del sujeto y de la manera en que el performance es llevado a cabo por la artista.
Véase también: Entrevista a Lorena Wolffer sobre el performance en México en http://www.youtube.com/watch?v=-VsFVh90UO0
Dalinda Peña Habib
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