Sus comienzos donde utilizaría cuentos y sueños, el ser discípulo de Roberto Donís y pertenecer al Taller de Artes Plásticas "Rufino Tamayo”. Enfrentarse a la gran ciudad, Chicago, lugar al que emigro por más de 15 años es la segunda etapa. Y por ultimo su regreso a Oaxaca nos muestra a un pintor ya maduro. A partir de aquí marco un paréntesis y reflexiono sobre si la museografía fue un error o es una broma con la curaduría. Porque lo que nos narra Guillermo Sepúlveda es un tratar de introducir al espectador de una manera clara sobre el pintor oaxaqueño, haciendo referencia y cumpliendo con el objeto de la curaduría, el adentrarnos en una retrospectiva y los procesos creativos a lo largo de la vida del pintor, sin embargo pienso que tal y como se narra se reflejaría en las obras, cosa dudosa ya que durante el trayecto no se puede identificar ni su apertura, la vivencia de Chicago y mucho menos al pintor maduro, mezclándose entre sí sin seguir un lineamiento y haciendo borrosa la travesía.
Por otra parte, el público se encuentra con una serie de textos de Filemón Santiago que tienen una forma poética por así decirlo, que a veces sí va ilustrando, en efecto, lo que el curador narra, pero que por otra parte de plano vagan, y se pensaría que probablemente es para entender el avance de él mismo pero realizando la obra un tanto cursi.
Ahora bien, el pintor oaxaqueño muestra dentro de su trabajo un mundo colorido y de entre sueños, de vez en cuando reflejando la gente e historias de su pueblo, llegando de lo alegre a lo violento siguiendo una influencia de sus antecesores oaxaqueños de renombre como lo fueron Rodolfo Nieto, Rodolfo Morales, Francisco Toledo y Rufino Tamayo, por lo que realmente este hombre es un continuador de la dinastía oaxaqueña mostrando todo el folklor de su gente; sin embargo la exposición es un tanto larga y tediosa, tan así que en un principio se cree que se vería la transformación del pintor, y tan sólo se ve el cambio en la temática que marca desde la mujer-hombre hasta llegar a tocar la religiosidad, abordando un sinfín de temas pero siendo repetitivo en sus cuadros; además su forma de dibujo que lo hace plano, sin mostrar perspectiva como si estuviese todo pegado y fuese un collage, haciendo sus obras un tanto duras o rígidas. Claro está que el señor es un seguidor de la raíz oaxaqueña, siendo un tradicionalista, y ¿por qué no? Hay que reconocerlo, pero hasta ahí llegará, si no deja de ser un repetidor oaxaqueño.
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